24.9.10

CENTENARIO DE LA ROBOLUCIÓN Y BICENTENARIO DE LA IN-DEPENDENCIA (parte 2)

Creo yo, que desde de 1521, año en el que se consumó definitivamente la conquista del imperio español sobre el imperio Mexica o Azteca, no ha existido desde entonces en este país, ningún héroe o caudillo mexicano honorable, ni Hidalgo, ni Guerrero, ni Iturbide, ni Morelos, ni Villa… en fin, nadie.

Antes de 1521 si los hubo y muchos, por citar un ejemplo lanzo una oda y múltiples loas para Cuitláhuac; o mejor dicho: CUAUHTLÁHUAC. (Y dejo la referencia de la wiki para prontas referencias).

Según se dice en el argot de los estudiosos del México prehispánico, el oro que tenían guardado los mexicas o aztecas, duplicaba o triplicaba el que tenían en ese entonces las cinco coronas más poderosas de Europa. Este tesoro increíble resplandeció en los ojos del conquistador Hernán Cortés y de los demás españoles que le acompañaban una vez que fueron llevados a la cámara del palacio real de MOTECUZOMA (Moctezuma) XOCOYOTZIN, enmudeciéndolos y haciendo que se imaginaran retirados del ejército con honores luego de llevar tanta gloria al imperio español, ricos y viviendo sin problemas por el resto de su vida.

Un año antes de que los conquistadores españoles arribaran a México, noticias de estas riquezas habían llegado a oídos del entonces gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar y del mismo Hernán Cortés (hasta 1518 sólo se había explorado la costa mexicana, mas nunca se había hecho una expedición al interior del territorio), de modo que el gobernador Diego y “su amigo” Hernán decidieron hacer una campaña de conquista en México. No obstante, movido por su ambición y el deseo de conseguir el favor del rey, Cortés se adelantó al plan que había fraguado con Diego Velázquez y partió sin su permiso, causándole un enorme enojo y una diarrea incontenible.

Fue en esos días en los que Cortés se alistaba para tomar el incontable tesoro de los aztecas en Tenochtitlán y llevarlo a España, cuando recibió el mensaje de que el vengativo gobernador de Cuba (Diego Velázquez) había ordenado arrestarle enviando una tropa superior a la suya encabezada por Pánfilo de Narváez, por lo que antes de que sus intereses se vieran afectados, se vio obligado a suspender el transporte del tesoro y a regresar a la costa de Veracruz para enfrentarle y ganar la batalla con un ejército combinado de españoles y de indios totonacas aliados. Pánfilo de Narváez fue puesto preso y su ejército rendido no tuvo inconveniente alguno en unirse a la causa de Hernán Cortés.

Pero durante la ausencia de Cortés en la capital azteca, su segundo al mando, el agresivo Pedro de Alvarado, ordenó la matanza de cientos de aztecas en la llamada Matanza de Tóxcatl, mientras los indios realizaban una ceremonia religiosa en el Templo Mayor, la cual Pedro de Alvarado confundió con una celada de los aztecas para atacar a las tropas cristianas (dicen que esto fue posiblemente instigado por sus aliados tlaxcaltecas, acérrimos enemigos de los aztecas, que habían entrado libremente a Tenochtitlán junto con los españoles).

Fue una masacre injusta, todos los aztecas presentes en la ceremonia estaban desarmados…

Esta carnicería enfureció a los habitantes de Tenochtitlán aún más, pues ya estaban bastante ofendidos de que los odiosos tlaxcaltecas estuvieran dentro de su gloriosa ciudad con el permiso de Moctezuma II, por lo que los hombres de Pedro de Alvarado se parapetaron en las murallas del palacio real de Moctezuma esperando que llegara de Veracruz el resto de las tropas de Cortés para poder hacer frente a miles y miles de guerreros aztecas sedientos de sangre, quienes acechaban desde una distancia prudente y alejada del fuego de los cañones y arcabuces españoles.

Al reunirse Cortés con sus hombres, planeó una rápida huida y ordenó a Moctezuma Xocoyotzin (quien había sido tomado cautivo) que saliera a la azotea del palacio para apaciguar a sus aztecas, mas todos ellos, hartos de su falta de valor y coraje para condenar los ultrajes de los conquistadores (aceptar dentro de la ciudad a sus más odiados enemigos: los tlaxcaltecas; la destrucción y profanación de algunos de sus sitios religiosos y la matanza de Cholula y la de Tóxcatl), de su humillante sumisión y de su inutilidad para organizar una guerra, repudiaron su sola imagen y comenzaron a lanzarle piedras, palos y flechas, tanto que una de estas piedras terminó acertándole y le privó de su vida un par de días después.

Y es aquí en donde entra Cuitláhuac a la historia, hermano de Moctezuma y un auténtico guerrero azteca, y a mi parecer, el más grande general luego de su padre Axayácatl.

Cuitláhuac no era sacerdote fanático como lo era Moctezuma II, quien nunca dejó de pensar en Cortés como una divinidad (he aquí uno de mis principales problemas con la religión, puesto que esta misma, apendeja!!!!).

Cuitláhuac, en cambio, rápidamente organizó a su ansioso ejército y concienzudamente le dio la libertad suficiente a Cortés para que escapara del palacio real, con la idea de que cuando Cortés y sus hombres estuvieran en el puente que conectaba la isla de Tenochtitlán con tierra firme, pudiera atacarlo por los flancos con flechas, lanzas y dardos arrojados por hombres en canoas.
Durante el ataque azteca, Cuitláhuac ordenó la destrucción de un puente removible de madera que se usaba para dejar pasar canoas a través de él (Tenochtitlán era una especie de Venecia italiana). De esta manera los conquistadores que iban al frente, acorazados con pesadas armaduras y cargando además su porcentaje del botín repartido, no podían saltar al otro extremo, por lo que forzosamente frenaban la marcha; pero los que estaban en la retaguardia seguían avanzando su escape empujando a los del frente hacia el lago. Así fue como decenas de conquistadores caían al agua con sus caballos y sus tesoros ahogándose irremediablemente en el lodo. Quienes sobrevivieron tuvieron que deshacerse del tesoro o brincar sobre el nuevo puente formado por cadáveres de hombres y caballos; por otro lado, de quienes su ambición fue más grande que su miedo, murieron ricos.

Aún con tanto peligro y desorden, las tropas españolas pudieron llegar hasta el otro lado del lago abriéndose paso con su espada y sus ballestas al grito valiente de "¡Santiago!" En cambio sus aliados tlaxcaltecas ni totonacas que los esperaban del otro lado tuvieron tanta suerte, pues pasaron de ser un ejército de decenas de miles a solo unos cuantos miles. Todos ellos marcharon hacia Tlaxcala en busca de refugio, pero en el camino fueron embestidos nuevamente por más aztecas y aliados, sólo que esta vez con ataques desorganizados por una moral crecida, que no buscaban aniquilar sino capturar para hacer con ellos rituales de sacrificio (causa principal por las que sus tácticas fueron tan ineficientes en todas las batallas anteriores y posteriores).

En cuanto a ese gran tesoro, nadie se quedó con él. Según se cuenta, el tesoro azteca se hundió en lo más profundo del lago pasando a ser una leyenda maravillosa. Por más esfuerzo que hizo Hernán Cortés de encontrarlo luego de que arrasó Tenochtitlán un año después, jamás lo pudo hallar. Incluso sus métodos de persuasión (quemarle los pies al último emperador azteca, Cuauhtémoc, para que le revelara el paradero) tampoco funcionaron. Esa cantidad ridícula de oro debe de seguir allí bajo toneladas de pavimento en lo que hoy es el centro de la Ciudad de México.

Cuitláhuac fue el estratega principal de los combates que dieron la victoria a los mexicas en la llamada Noche Triste. Aquella noche torrencial fue la peor en la vida de Hernán Cortés. Su batallón de más de 1,200 hombres temerarios, bien entrenados y listos para luchar con artillería pesada y empuñando el duro acero español, disminuyó a tan solo 500. Sus aliados indios fueron despedazados por los bravos aztecas mermando su cifra en miles (algunos autores calculan 20,000 bajas y otros no más de 2,000). Perdió dos dedos, íntimos amigos, sus cañones, su caballería y a su concubina Ana, hija de Moctezuma, quien llevaba en su vientre un hijo suyo. Fue por esto que Cortés le llamó la Noche Triste; descrita no sólo por él, sino por otros de sus compañeros quienes estuvieron allí y le vieron llorar desconsoladamente en la penumbra debajo de un ahuehuete; relatos tan tristes que no permiten a quien los lee sentir otra cosa más que empatía por el mal momento de Cortés, pero a la vez son vestigio imperenne de la última gran furia azteca antes de que muriera por siempre y quedara sepultada debajo de los escombros de la que una vez fuera la más grande joya prehispánica.

La viruela acabó con la vida de Cuitláhuac en noviembre de 1520, a solo unas semanas de lograr vencer a los españoles. Había reunido ya un ejército de tres divisiones con un total de más de 500,000 soldados, miles de veces más numerosos que las fuerzas de Hernán Cortés, incluso más que las fuerzas españolas totales instaladas en Cuba. Cuitláhuac murió a los 44 años de edad, a causa de una enfermedad desconocida en el nuevo mundo, llevándose con él la promesa de erigir nuevamente el poderío del imperio Azteca… ¡¡LO SÉ, LO SÉ, YO TAMBIÉN SIENTO ESE NUDO EN LA GARGANTA!!
Me gustaría poder decir que los mexicanos somos descendientes de esa valiente raza guerrera, pero NO, no lo somos. Los aztecas se extinguieron. Murieron por la viruela, por el acero español, por un macuahuitl enemigo o prefirieron suicidarse antes que someterse al yugo cristiano.

Los indios que fueron esclavos de los aztecas pasaron a ser los señores y los aztecas que fueron señores pasaron a ser los esclavos. Prosperó y echó sus raíces entonces la raza débil, la menos noble, la más resentida, la envidiosa, la naca, la egoísta, una carente de identidad. No estoy diciendo que aquello anterior lo heredamos todos los mexicanos, pero hay un poco de eso en cada uno de nosotros: la tendencia malinchista de simpatizar con el extranjero y de batallar con el nacional. Por ello vemos todo lo que vemos ahora: mexicanos saqueando al país sin tener la conciencia mínima para hacer algo bueno por su gente, desacreditando las buenas acciones de sus compañeros opositores en vez de trabajar con ellos, buscando el beneficio único con total nulidad ética; algo asqueroso, una batalla de cangrejos por salir del hoyo pisándose unos a otros. Ese, señoras y señores, es nuestro gen maldito que debemos combatir (excepto yo que no lo tengo porque sí soy descendiente directo de Cuauhtémoc; lo dice mi acta de nacimiento…)

Resulta increíble para su servidor, que trabaja todos los días en un edificio que se encuentra a un costado de la Cruz Roja Mexicana, ver que los días previos a la tragedia de Haití, las donaciones de la gente hacían que los tráileres y montacargas cerraran calles completas debido a la cantidad de donaciones en especie y las filas interminables de autos y gente que traía cada vez más y más, sin embargo para las tragedias de Tabasco, Monterrey, Chiapas y más reciente Veracruz, que se han dado a lo largo de varios meses, las donaciones y aportes no suman ni la mitad de lo que se donó para aquel país en mención. Pero que tal hace unos días: ¡Viva México! ¡Vivan los Héroes que nos dieron independencia!... No!!

He llegado a pensar que el movimiento de independencia fue una actividad sin sentido, creo que estaríamos mejor como Región española que como país independiente, sarcásticamente; ya seriamos campeones del mundo en futbol!!!!
Don Miguel Hidalgo y Costilla, protagonista principal del movimiento de independencia mexicano, gritó: "¡muera el mal gobierno!", refiriéndose al gobierno impuesto por Napoleón en España, no al gobierno del rey de España en sí, lo cual ha sido omitido en su totalidad por los libros escolares de historia. (ESTO YA LO DIJE EN MI POST ANTERIOR, PERO ES NECESARIO REDUNDAR) Aunque haciendo a un lado el contexto que le haya querido dar Miguel Hidalgo a su frase mítica, "irónicamente" ningún gobernador o presidente municipal mexicano grita eso nunca, a pesar de que -dizque- el protocolo de celebración sugiere que se debe de gritar lo mismo que gritó Miguel Hidalgo aquél 16 de septiembre... es que no es conveniente escupir para arriba, IMAGÍNENSE A FELIPE CALDERÓN GRITANDO:

¡MUERA EL MAL GOBIERNO!

Ahh verdad, sería como darse una patada en los huevos a si mismo…

Sin embargo, éste no fue un post pesimista. Tenemos muchas cosas que celebrar (independientemente de todo lo malo que está pasando en el país que las opaca). Supongo que cada uno de ustedes tiene una excelente razón para hacerlo; las hay muchas y basta con darse una vuelta al mercado, al parque, al museo o dar un paseo por la carretera para notarlas, quizá basta con contemplar los ojos de esa mujer a la que uno quiere y ese sea un motivo suficiente para celebrar, no la independencia y esas pendejadas, celebrar nuestra propia existencia en este mundo, en este país, con esta gente!!

Para su servidor EL TECUAN, el 15 de Septiembre comenzó a tener un nuevo significado que nada tiene que ver con movimientos independentistas, es algo que va más allá de la comprensión humana, es algo “MÁGICO” es algo que deje guardado en aquella geografía “Escondida”, hoy celebro el sentimiento del amor la capacidad que tiene el ser humano para amar…
Continuara…

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