Recientemente he estado leyendo mucho el blog de Toni Negre quien
muy amablemente hace unos días publico un post homenaje a mi
persona que la verdad me dejo perplejo, pavoneado y muy contento, sin duda
alguna visitar su blog... lo vale!!
Lo vale a tal grado que me ha puesto a reflexionar mucho, y no se crean
que lo he estado leyendo por correspondencia, como bien él dice, creo que las
personas que tenemos un blog y convergimos en twitter por alguna extraña
circunstancia, lo conseguimos por algo grande llamado "literatura", ese
es; el lazo que nos une, independientemente de la distancia o fronteras.
Esa es la razón por la cual no había publicado nada, me entusiasme tanto
con aquel post que anduve presumiendo a todo mundo tal mención, tal detalle…
Pero todo tiene su tiempo, y el tiempo de regalarles mi nuevo verbo, ha
llegado….
...El ser humano es estúpido, dicen los “grandes pensadores” y aún es más
estúpido cuando éste se encuentra enamorado (en eso estoy de acuerdo). El amor;
más que un sentimiento, el amor eterno en estos días pareciera ser la más
vigente de las más hermosas pero muy antiguas leyendas. Se cuentan por montones
los amantes que, seducidos por la promesa de una felicidad eterna, abandonan el
apacible predio de la certeza para extraviarse en los senderos sinuosos de la
pasión.
Pero, siendo realistas; el hecho de que el amor eterno se asemeje a un mito, no
representa un dato desdeñable. Nos ayuda (creo) a comprender, por ejemplo, la
inveterada costumbre del ser humano de solicitar a los pretendientes involucrados
el cumplimiento de determinadas pruebas de iniciación; pruebas que le ayuden a
ambos, comprobar la pureza de las intenciones, pero también a desenmascarar, de
modo oportuno, el juramento pronunciado por labios mentirosos, urgidos de
ocultar la efímera vida del deseo.
Si el amor eterno es una historia, no puede sorprendernos que esté sometido a
ciertas reglas y mecanismos narrativos. El lingüista Vladimir Propp, al
analizar cientos de relatos de la tradición oral rusa, concluyó, en su libro Morfología
del cuento, que las leyendas populares no deben verse como una mera secuencia
de sonidos y palabras susceptibles de ser memorizados, sino más bien como una
estructura de sentido: un producto de la concatenación de treintaiún motores
dramáticos (motifemas, según Alan Dundes) que marcan las acciones de los
personajes. Para Propp el decimosegundo «detonante dramático» es el encuentro
del protagonista con un ser (un monstruo, una persona, una entidad espiritual)
que lo somete a una prueba; mientras que el vigesimocuarto «detonante
dramático» consiste en la prueba que hace posible la anagnórisis del
protagonista y el descubrimiento de la usurpación cometida por el malvado.
Según él, la estructura en cualquier narrativa, puede atrapar a cualquiera…
Sin embargo, los protagonistas de las historias populares no son las únicas
personas obligadas a superar una prueba de iniciación. La dinámica lúdica y
lúbrica del cortejo sexual compele al hombre enamorado —adalid por excelencia
del ideario romántico—, a repetir, durante el proceso de seducción de la amada,
el sino del héroe griego, quien siempre encontró en la superación de pruebas la
fase favorita de la aventura mítica, según apunta el erudito Joseph Campbell en
el estudio clásico El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito.
La obsesión de hombres y mujeres por las pruebas puede también explicarse
porque en las tareas impuestas se mezclan, como en pocas cosas en la vida, lo
divino con lo mefistofélico, la afirmación de la fe con la desconfianza velada.
Por ejemplo; en el libro de Génesis, dios apela a este expediente cuando ordena
al fiel Abraham sacrificar a su hijo primogénito, Isaac, para testimoniar la
intensidad de su devoción… de su amor. En la Biblia también leemos como Satanás
emplea la fijación de pruebas como un medio no santo para comprobar la
autenticidad del amor y la fe proclamados por Job. La utilización de pruebas
por parte de la religión desembocaría, con los años, en la historia negra de
las ordalías y la inquisición.
Muchos espíritus de la noche, en particular aquellos de vocación mesiánica, han
tomado debida nota de las repercusiones que en la psiquis humana tiene la
imposición de pruebas. Saben muy bien que quien logre cumplir con la serie de
incómodas exigencias habrá transmutado en admiración algo tan vulgar como la
difidencia; además de encontrarse en capacidad, gracias al nimbo de heroicidad
que rodea a su imagen, de publicitar su condición de ser predestinado, de
hombre superior que logró cumplir lo dispuesto por la profecía. Y esto es así,
porque, como dice el historiador de las religiones Walter Burkert, “la
superación de pruebas y ritos es una de las maneras de creación de lo sagrado”.
La sociedad imbuida de romanticismo representa, en sí misma, la versión
colectiva del mito del amor eterno. El recelo y el cinismo contaminan de cutio
el venero de los sentimientos. Los ideales se marchitan. La rijosidad y el
cinismo vulgarizan los afectos e imponen pruebas a veces exageradas como
prendas de amor: el sátiro pide sexo, la promiscua demanda muestras de
castidad, la querida exige bienes a su nombre, el inseguro exige muestras de
fidelidad y el padre renuente solicita una prueba de ADN para responsabilizarse
de su descendencia. Solo por citar algunos ejemplos.
En la actualidad son demasiados los factores que enajenan la confianza de los
amantes: la exaltación del deseo, la dificultad de diferir las gratificaciones,
el fomento del exhibicionismo en las redes sociales (un caso extremo: el sexting,
la difusión de autorretratos con contenidos sexuales implícitos o explícitos),
la posibilidad de experimentar una «vida paralela» gracias a los avatares
virtuales, la crisis institucional de la monogamia, el desprestigio de la
fidelidad como forma de relacionamiento sexual, la pérdida de influencia de las
religiones, la presencia universal de cámaras de vigilancia y la capacidad de
reconstruir vidas enteras a partir de los registros informáticos de los
internautas. Nunca como ahora las personas están en capacidad de comprobar,
mediante mecanismos clandestinos de auditoría, la veracidad de las promesas de
amor lanzadas al calor del deseo.
Las circunstancias históricas que cambian la concepción tradicional del amor
también renuevan el elenco de las pruebas diseñadas para demostrar la
sinceridad de lo prometido. A diferencia de Hércules, Teseo y Perseo, ya no es
necesario batirse contra el león de Nemea, el minotauro de Creta, la hidra de
Lerna, el jabalí de Erimanto o el temible dragón Ladón, que con sus cien
cabezas custodiaba las manzanas doradas del jardín de las Hespérides. Tampoco
es suficiente con bajar la luna, las estrellas, llevar serenatas o regalar el
mar. La cosa, en verdad, es mucho más compleja...
Ya lo he dicho en escritos anteriores, a mi edad he vivido de todo, he
sufrido desamor, una vez que ame de verdad, sincera, fiel y lealmente… ese
ardid de situaciones amorosas por las que he pasado me han llevado por largos y
sinuosos caminos con enredaderas, espinas, empedrados y desiertos inhóspitos,
aunque también por verdes prados llenos de flores hermosas y brisas
refrescantes, me han traicionado, he mentido, me han mentido, he amado, me han
despreciado, he engañado, me han amado y he despreciado, he vivido la injuria
de descubrir con mis propios ojos la traición de l pecado carnal y lo he perdonado
¿Quién soy yo para odiar? Ahora bien, menciono esto porque el asunto en este
escrito es hablar de esas “pruebas” que uno ofrece cuando siente que esta lleno
de amor… soy un ferviente defensor del amor y sobre todo del no arrastrar
rencores, somos dueños de nuestras tristezas y a la vez de nuestra felicidad,
no podemos responsabilizar a nadie más de ello, el hacerlo solo nos encadena a
un estado de pasividad eterno que no nos permite evolucionar, mental, emocional
y espiritualmente…
Y es en este asunto de las “pruebas de amor” que a manera de breviario
cultural se describen las que considero, NUEVAS pruebas de amor (los nuevos
trabajos del Heracles moderno) que los galanes “héroes” del ahora, deben
superar si realmente aspiran tener una oportunidad (emocional y/o sexual) con
una mujer, a quienes de manera respetuosa y romántica, me atrevo a llamarles
“dueñas de la franquicia del suspiro”. (Vayan a “tuitearlo”, si quieren.)
Prueba heroica #1: Revelar las claves de acceso a Facebook, Twitter y demás
redes sociales, además de los correos electrónicos.
Citan, los expertos en “stalkeo”: «Muros vemos, mensajes privados no sabemos»,
tal es la máxima de las mujeres celópatas que no están dispuestas a perder a
sus machos por el ataque informático de unas cuantas “ciberzorras” que
decidieron hacer caso omiso del juramento de amor debidamente notariado en los
perfiles de Facebook. Los cuernos por internet, aunque virtuales, también
duelen. La infidelidad comienza a gestarse con un toque virtual y un ícono de
jarra de cerveza, para luego concretarse en el reservado de uno de los tantos
mataderos de ciertas calles atiborradas de moteles…
Así que para evitar toda esa vorágine de penosas situaciones, la hermosa
dulcinea pronuncia las palabras mágicas: ¡Dame esas claves ya, desgraciado!
Mas vale entregarlas, si se pretende mantener el concúbito.
Prueba heroica #2: “Donaciones” electrónicas a su tarjeta de débito o
crédito para compras en internet o centros comerciales.
La dulcinea se queja amarga y constantemente de la falta de dinero necesario a
la hora de importar, o comprar en el exterior, los dispositivos electrónicos (gadget)
del momento que hacen posible el amor del siglo veintiuno: el ipad, el ipod, el
iphone y el ilove (un vibrador inteligente, con tecnología touch, variador de
velocidad, conexión inalámbrica a internet y carpeta de «mis favoritos»).
Prueba heroica #3: Compartir, mediante enlace nupcial, legal y
eclesiástico (cuándo aplique) las bondades jurídicas y socioeconómicas del “pedigrí”
europeo o de menos, estadounidense.
¿A que me refiero? Pues bien, la genética es una ciencia respetable, aunque
sólo en tierras prósperas y desarrolladas, porque en países bananeros
carcomidos por la pobreza, la inflación, la impunidad, la violencia y la corrupción,
la genética es a lo mucho otro barrote más de la prisión nacional, una tara
cromosómica que impide al alma universal establecerse en el mundo. La única
posibilidad de que una mujer criolla de pura cepa pueda «irse demasiado» a
vivir a Estados Unidos o a Europa es que su príncipe azul resarza con su
pasaporte los daños y perjuicios ocasionados por el ácido desoxirribonucleico. Así
es amigos, ya no basta con sacar a la amada por las puertas de una iglesia;
ahora es requisito cuasi obligatorio, sacarla también de la pobre nación en la
que nació.
Prueba heroica #4: Entregar la contraseña de los cajeros automáticos y
las claves de acceso a la banca electrónica.
Este nuevo pedimento femenino es extremista, ya que no se diferencia mucho del modus
operandi de los secuestradores exprés que te suben sin consentimiento a un
vehículo a dar la ronda por la mayor cantidad de bancos y cajeros automáticos
de la ciudad, la única diferencia digna de mencionar entre este acto vandálico
con la solicitud de la dulcinea, es que los malhechores, a la hora de consumar
el paseo por la ciudad, independientemente de amagarte y amenazarte con un
arma, tienen la cortesía de no subir a tu suegra en la parte trasera del carro,
y eso ya es ganancia. No cabe duda de que se trata de una de las exigencias más
difíciles de satisfacer.
Prueba heroica #5: Conseguir los productos desaparecidos de los
anaqueles del supermercado.
Como si acaso la prueba anterior no fuese demasiado, nuestro héroe “new
age” deberá emprender un viaje de proporciones míticas, no a Ítaca, no a la
Cólquide, no al Valhalla ni al inframundo, sino a cuanto establecimiento o abarrotera
de mala muerte expenda los diecinueve productos regulados y desaparecidos y por
si fuera poco, a buen precio, para no gastar demasiado del erario mancomunal.
Prueba heroica #6: Patrocinar la colocación de prótesis mamarias,
implantes de glúteos, así como también una operación de rinoplastia.
En este apartado, sólo se precisa hacer una aclaratoria: estas
correcciones estéticas obedecen única y exclusivamente a la epidemia de nódulos
mamarios, tabiques desviados y abscesos pélvicos que azotan actualmente a las
mujeres en todo el mundo. Nunca jamás deben relacionarse con crecientes
problemas de autoestima... o sea, “esta de moda”. Y quien no esta “in”, pues esta
“out”.
Prueba heroica #7: Financiar el seguro del vehículo.
El héroe se salvará de esta erogación siempre y cuando el carro que haya
comprado para su amada haya sido el vehículo descapotable de la Barbie. Del
resto, sólo algo será seguro: tendrá que pagar el seguro de responsabilidad
civil.
Prueba heroica #8: Dejarse extraer las espinillas y puntos negros en
plazas y parques públicos.
Para que no digan que todas las pruebas tienen que ver con el cochino
dinero, nos llega este extraño hábito sociocultural de las mujeres mexicanas,
(no sé, si sea tal caso en otros países). Una costumbre tan extraña que no
encuentra réplica en ninguna sociedad del mundo civilizado ni tampoco ha sido
documentada en tribus y etnias de regiones agrestes. Es cuasi a nivel orgásmico
el ritual de exfoliación manual que las chicas hacen que es imposible evitar
decir “no” ante tales atrevimientos.
Prueba heroica #9: Grabar en el ipad, ipod, reproductor mp3 o cualquier
dispositivo de almacenamiento de música; las canciones de Ricardo Arjona, Fey y
demás insultos a la virilidad para escucharlas durante un viaje recreativo o de
vacaciones.
Hasta este momento no se sabe a ciencia cierta si esta actividad deba
ser inventariada como una “prueba de amor” o más bien como lo que parece ser:
una condenable variante de la tortura medieval. Desde esta modesta atalaya
virtual, no podemos menos que deplorar el acto de terrorismo acústico que
supone obligar a varones bien nacidos almacenar en su ipad un cancionero lleno
de versos efectistas y comerciales, alumbrados en mala hora por un salsero
erótico con ínfulas de juglar.
En fin, como dijo Jacinto Benavente: «El verdadero amor no se conoce por
lo que exige, sino por lo que ofrece». Yo no sé ustedes, pero preferiría seguir matando monstruos míticos,
soslayando dragones, ofreciendo serenatas y emborracharme honorablemente, antes que entregar la poca libertad
que aún nos queda…
Aun así, si eres tú, uno de esos héroes “new age” mencionados que
sucumben sin problema la lista de pruebas mencionada, sábete que no te admiro…
te detesto porque cuándo ellas se enteran de que uno pudo, esperan de su hombre
la replica que dignifique la oportunidad otorgada!!
Quizá por eso no he tenido éxito en tales líos… por algo, nadie nunca me ha dicho que sea fácil ser amado.
TECUAN