6.7.09

LA SABIDURIA DE QUIEN NO SABE

"Hay una violencia que a mí me parece de lo más peligroso:
-La violencia del silencio.-
El silencio es uno de los factores más terribles del siglo XX. Sería muy importante una campaña para la gente, que sabiendo lo que pasa, y se lo calla, comprendiese que comete violencia"


José María Castillo. Teólogo español...


En opinión de muchas personas, los taxis, autobuses. microbuses (GUAJOLOTEROS, GUACAMAYOS, PITUFOS, TROLES, Y COMO GUSTEN LLAMARLES) son más que meras unidades de transporte público…

Sin embargo, para este su servidor EL TECUAN, dichas unidades de transporte publico, realmente representan, en su conjunto, “recintos ambulantes de sabiduría”.

Así es; unos son celebrados por la erudición de sus conductores en el arte del manejo de las unidades, seres locuaces capaces de disertar con solvencia acerca de lo humano y lo divino.

Los otros recintos, en cambio, son famosos por el invalorable conocimiento que transmiten a sus usuarios, a través de calcomanías o rotulos de textos jocosos en el area de usuarios.

Y es que, quién de nosotros no ha detenido su mirada ante carteles del tipo “Si su hija sufre y llora, es por un chofer señora”, ó; “Que Dios te dé el doble de lo que tú me deseas a mí” o “El que limpia no está; el que está no es el que limpia; y como usted no es el que limpia, deje todo como está”, cuanta sabiduria.

Sin embargo, ninguna de esas joyas literarias tiene el brillo desprendido por la inquietante frase de: “el bruto grita, el inteligente habla y el sabio calla.”

Siempre me ha llamado la atención esta curiosa concepción de la sabiduria que, como por arte de magia, convierte en una especie de Séneca redivivo al sujeto pusilánime que guarda silencio ante los abusos del conductor que lo lleva a su destino.

La música estridente, ningún malestar le debe despertar; el irrespeto de las paradas, ningún comentario le merece; la velocidad en exceso, ninguna queja le origina, el encender un cigarro y por el simple hecho de sacarlo por la ventila, cree que no contamina la unidad (ESO ES DE LO QUE MAS ME CAGA!!!).

Confieso que no sé en que momento de nuestras vidas a esta acomodaticia concepción de la sabiduría le dio por bajarse del autobús. No sé en que instante de estos agitados días su práctica se expandió como epidemia, y logró acallar las voces de tantos ciudadanos, que identificaron en el mutismo la mejor manera de estar con Dios y con el diablo.

No todas las personas abrazaron el silencio de igual forma. Los más humildes entre nosotros, por ejemplo, nunca sintieron la necesidad de justificar su sabia decisión. Acaso pensaron, muy en sus adentros, que su condición de eternas víctimas les servía para conjurar cualquier recriminación. Los más cultivados, en cambio, no dudaron en vestir su calculado voto de silencio con los hábitos de la objetividad. Ni tirios ni troyanos. Ni izquierda ni derecha. Ni reacción ni revolución. ¿Por qué tomar posición? Siempre ha sido más inteligente esperar el desapasionado veredicto del tribunal de la historia. Sin embargo, la pluma de Arturo Uslar Braun nos advierte:

“Hay algo de degradante en la limpieza desde que Poncio Pilatos se lavó las manos. Hay infamia en la imparcialidad desde que Pilatos fingió ser balanza”.

Con esas palabras recuerdo cada vez, lo que me ocurrió en la calle y que muchos de ustedes saben, cuando le dije a un señor después de que aventó basura a la calle -“señor, se le cayo su basura”- y el muy… erudito en la materia, me contesto:

-NO, yo la tire…-, ante esto, solo pude quedarme callado, me acerque a la basura y yo la levante y la tire al cesto, que estaba a unos pasos del acontecimiento

Pero hay algo peor que el silencio: la repetición interesada de palabras falsas que crean realidades falsas. Es el caso de aquellos que insisten en llamar Poder Legislativo a un grupo de asambleístas que renunciaron a su sagrada función de legislar. Los mismos que llaman bachilleres de la República a sujetos intelectualmente engañados que se gradúan en dos años sin jamás haber visto contenidos de física, química y matemáticas. En fin, aquellos que no hablan del cierre de un canal, porque estiman más justo hacerlo del cese de una concesión.

El peligro de esta escogencia moral lo expone Víctor Klemperer cuando nos señala: “El lenguaje no sólo crea y piensa por mi, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconciencia con que me entrego a él. Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo del tiempo se produce el efecto tóxico. (...) El lenguaje del vencedor no se habla impunemente”.

Cierra los ojos y comenzaras a escuchar…
No son necesarias las falsas poses, solo; gracias por “escuchar”

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