12.3.14

DE LOS QUE ESCRIBIMOS...


Escribimos desde la ciudad que amamos y que nos enloquece. La ciudad cuyas maravillosas luces del atardecer y cuyos ciudadanos de todos los días nos iluminan.


Solemos hacerlo desde la rabia que provoca la injusticia, el abuso del poder, la corrupción, el miedo, la doble moral mojigata de aquellos que bendicen con la mano derecha y se masturban con la izquierda.

Escribimos desde la vaga sensación mutante de que nada de lo que se pone en el papel ha de alterar la historia, ni siquiera la historia personal, y sin embargo desde la clara percepción y la esperanza de que en medio de la selva urbana de antenas de televisión, alguien nos escucha y todo está cambiando.

Escribimos desde las pasiones desgastadas, y no por ello menos intensas, de los que se saben propietarios de la letra en países dominados por la perversión de la falacia de las ondas y el analfabetismo funcional; bromeamos en las ferias del libro y decimos que 60 firmas nuestras, libro incluido, se canjean por una de Maradona y dos de Hugo Sánchez.

Escribimos desde las vocaciones de la voluntad, la leyenda, la utopía, el humor negro, la sátira, el melodrama involuntario, el realismo accidental.

Escribimos como si nos fuéramos a morir si no pudiéramos contar un cuento de hadas, los delirios del presidente, la ausencia del parque del Seguro Social, la cascarita futbolera de la esquina, la resistencia tenaz de los huelguistas; como si pudiéramos convocar los fantasmas de Pancho Villa, José Revueltas y el cura Matamoros. Y efectivamente nos morimos si dejamos de hacerlo.
Escribimos como si nos fuera el alma en el intento, como si fuéramos a perder el último tranvía nocturno si no ponemos el acento o encontrar la palabra que describe el smog en las noches, cuando no es posible verlo.

Y llamamos a leer, porque fieles a las tradiciones de la izquierda, pensamos que la lectura desata la imaginación, el pensamiento crítico, liquida a la soledad y que sin duda: "verbo mata a carita".

Escribimos porque creemos en el poder de la palabra escrita, en su insinuante capacidad transformadora. Sabemos que la literatura es el gran instrumento de destrucción de las neuronas averiadas, que es el gran barco alienígena que navega en nuestras cabezas; que nadie será el mismo después de haber leído el diario de Ana Frank, que no se puede ser racista a los 40 si en la adolescencia fuiste sandoka-salgariano, que no está mal usar como los cuatro mosqueteros la palabra "honor"; que cuando Lenin fallaba Robin Hood era infalible, que se liga mejor con los poemas de Neruda y que el conde de Montecristo es el portador de algo tan sagrado como la vocación de la venganza, el mejor de los instrumentos políticos en estas tierras.

Escribimos desde el lugar que nos ha escogido y que hemos decidido nuestro, desde una ciudad cuyo nombre evoca temblores, represiones, gloriosas luchas populares y que a veces nos parece el último reducto de las pasiones en un planeta descafeinado y light.

No necesitamos una cuota extra de exotismo para que nuestros lectores nos quieran, compartimos con ellos el amor por cosas reales o inventadas, como el Ajusco al atardecer, la lluvia torrencial estimulada por Tláloc, el color escarlata de los cielos, el penacho de Moctezuma, los maratones de barrio, los personajes que se cortan las venas por amor, los puestos de comida callejeros a la salida del Hospital General, la rumbosa marcha de las obreras de Medalla por Reforma, segundos antes de que las reprimieran, la sensación de que un libro es tan útil como una hamaca en la selva amazónica peruana o la idea de que el sexo es una fiesta peligrosa.

Escribimos en una ciudad en la que sólo son inmutables la virgen de Guadalupe y el osito bimbo, en su eterna falacia virtual, los 40 ladrones de Alí Babá que cobran cheque en la tesorería federal y la certeza de que ni el futbol ni la lotería, ni el voto manchado por el fraude nos harán justicia.

Escribimos sonriendo cuando recordamos que nos hemos hecho una camiseta en cuyo frente reza: "Nacidos para perder", pero a la que sagazmente le hemos puesto en la espalda: "Pero no para transar". Y que la camiseta de tantos años de lavarla luce sus letras orgullosamente deslavadas.

No pedimos más de lo que ya tenemos: la posibilidad de escribir y que nos lean.
Y narramos por tanto, desde la feroz y divertida rabia de los que han perdido el avión tantas veces y en tantos aeropuertos, que empiezan a recobrar el sentido del viaje.
PIT II

Tecuan.

11.3.14

DE LA SUERTE, CASUALIDAD Y EL DESTINO...

Hola  todos, les traigo palabras de DIOS:

"La suerte es una cuestión de tiempo, así que deja ya de lamentarte. Me repugna cuando vienes lleno de auto compasión quejándote de tu mala estrella. Ya sé que te molesta que acuda a tus sueños pero, créeme, yo tampoco estoy aquí por voluntad propia. Y no es que me crea el fantasma de las navidades futuras pero me veo obligado a revelarte un par de cosas “O sea, soy Dios”. 

¿Te consideras desgraciado porque esta mañana no sonó el despertador por culpa de un apagón nocturno, justo el día de la entrevista? 

Pero ven, dame la mano y mira en lo que te hubiera convertido ese trabajo en sólo un año… ¿piensas ahora que has tenido mala suerte? 

¿O que un apagón te ha salvado de ser un desgraciado? Pues no te confundas, tampoco des las gracias, porque si avanzamos unos meses más observa a quien hubieras conocido, lástima que ya no vaya a pasar ¿verdad?


Pero te aviso que el ciclo de la vida volverá a girar. Una y otra vez. Miras donde señala cada momento la aguja de la ruleta pero no tienes en cuenta que nunca deja de girar. Falta de perspectiva; la buena o mala suerte sólo es falta de perspectiva.

Por ejemplo. Una llanta ponchada de la bici que te “presta” el GDF para que deambules por las calles de la ciudad te puede salvar de llegar justo a tiempo a un cruce donde la muerte te espera debajo de un coche que se salta un semáforo. Ah, pero también puede ser la causa de que no llegues puntual a esa cita 

¿Quién sabe? 


Sé feliz cuando algo te cause alegría y llora cuando algo te cause pena. Pero no te lamentes por un mañana que puede no venir ni agradezcas o nos culpes a los dioses un futuro que quizá no se te otorgue."
Dios... Tecuan


Me caga no saber qué o quién maneja esta realidad, qué o quién teje a su antojo los cambiantes azares del tiempo, qué o quién deja ilusionarnos como niños mientras jugamos a imaginar que estamos creando nuestro propio mundo, un mundo del que, al fin y al cabo, no somos dueños… Y SÉ QUE NO SOY EL ÚNICO AL QUE LE CAGA.

Algunos dicen que todo se va forjando a base de golpes de suerte; otros dicen que todo está escrito, que cada uno tiene su propio destino y que, indiscutiblemente, caminamos hacia él; también hay quien otorga a las casualidades la competencia de modelar la realidad y no faltan aquellos que se abandonan admirablemente a lo que su Dios quiera disponer para ellos. Lo que cosechamos al final de una temporada es el resultado de las decisiones que tomamos en el transcurso de ella. Al asumir la responsabilidad por esas “escogencias” labramos un destino; pero cuando éste no nos gusta, entonces culpamos a la suerte, la casualidad y a la supuesta predeterminación de nuestro futuro.

Ningún equipo o persona es omnipotente, incólume, infalible ni dueño total de su devenir. El entorno, los competidores y las situaciones no previstas tienen su peso en los éxitos o fracasos. No obstante, imputarle a la suerte el destino es un buen pretexto en manos de quienes no trabajan fuerte para crearlo.

- “¡Yo nunca tengo suerte!”- dice quien espera que ella tome las riendas de su vida. El azar tiene su papel; así lo dicen las leyes estadísticas de la probabilidad, pero ocurre fuera de nuestro control e intervención. En todo caso, según el dicho popular, la fortuna favorece a quien trabaja.

Las casualidades existen, a todos nos pasa. Ni siquiera vale la pena tratar de entender por qué, simplemente suceden. Son combinaciones de circunstancias que coinciden en un tiempo y lugar. Muchos viven felices el resto de su existencia al lado de alguien que conocieron por “casualidad”. El error es sentarse a esperarla, el acierto es estar listos por si transita frente a nosotros. “El éxito es el lugar donde la preparación se encuentra con la casualidad”, reitera un conocido refrán.

Quienes se preparan para labrar su futuro, saben que la libertad, el libre albedrío, se antepone a la creencia de que ya todo está escrito en sus vidas. No achacan su destino a un guion con el que nacieron, fijan sus metas y emprenden la obra. Incluso creen que “suerte” es la palabra que usa Dios cuando quiere permanecer anónimo. Desaprovechar el ser capaces de desarrollar los talentos puede inducir a quien sea; al limbo de la frustración al mirar el desfile de las oportunidades, cual carrozas, sin ser capaz de subirse a una de ellas. Trabajar con alta exigencia no garantiza el éxito; pero crea las condiciones para aprovechar las casualidades y oportunidades.

Sabemos que sólo en el diccionario “éxito” está antes que “TRABAJO”. LA SUERTE entonces, será la mejor amiga de quienes la necesitan para progresar; LA CASUALIDAD será la aliada de quienes estén listos para aprovecharlas, y EL BUEN DESTINO será el premio a las decisiones de los que aceptan ser los buenos pilotos de su vida, de los que se dedican a “hacer que las cosas sucedan”.

No te preocupes, hoy no tienes por qué brillar; hoy no tienes por qué ser el pilar en el que todos se apoyan; hoy tienes derecho a que cambien las tornas. Hoy puedes dejar de sonreír, pero mañana, mañana hay que volver a brillar.


Así que a chingarle…
TECUAN