23.1.10

ELOCUENCIA CARENTE DE CORDURA

Así están las cosas…

La noche es fría, oscura… lluviosa, escucho truenos a lo lejos y veo las luces destellantes de los rayos invadiendo momentáneamente las gotas que caen con fuerza, no sé en donde me encuentro, es un momento extraño, quiero correr, correr bajo la lluvia y dejar que me empape, que lave mi estrés y mis tristezas al menos por unos segundos, la luz artificial se ha ido, así que la única luz que ilumina mi entorno es la de una vela que dibuja sus finos matices sobre la hoja en la que plasmo estas palabras, mientras una copa de vino y un paquete de cigarrillos sin abrir me tientan moralmente…

Pero, hay algo más que esto, lo sé, lo siento, esta no es una noche de lluvia cualquiera, quizá para los demás lo sea pero no para mí, por el hecho de que esta noche se encuentra acorde a mis sentimientos y lo que soy, y sé que cuando me quede sin palabras estaré bajo los negros torbellinos de la noche y junto a las gotas de agua que van rompiendo mis tímpanos junto al golpeteo dulce con el techo, es un hermoso sonido, mejor que cualquier ópera.

Creo que es el momento de entrar al túnel y hablar, ¿¿de qué? No sé, de lo que se me ocurra, política, amor, suicidio, depresión, odio, venganza… hay tantas cosas que pasan por mi mente al mismo tiempo que incluso podría hablar de la bilateralidad entre el cielo y el infierno, pero sería burdo y poco atractivo, además que sería lo mismo demostrar que mi demencia es relativa a las circunstancias y que soy igual de cuerdo si me lo propongo, por que al igual que todos, tengo momentos de locura, más que de cordura y quizá esta noche me encuentre atrapado entre los dos mundos, la locura de mi sentimientos profundos junto con la cordura que me regalan las palabras que escribo, creo que es una combinación fascinante para aquel a quien le interese leer escritos largos hechos por un tipo que tiene importancia para un número diminuto de personas.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche…, pero no lo haré, en primer lugar, porque no quiero causar lástima, ésta no es mi noche más triste, y sobre todo porque eso ya lo hizo Pablo Neruda en su poema #20, simplemente escribiré lo que sea que quiera decir, y quiero decir que tengo una enorme confusión en mi cabeza, no por alguna clase de interrogante o placer mundano, aunque he de admitir que las cosas no distan mucho, más bien estoy tratando de hilvanar las palabras que brotan de mi mente, a causa de la hermosa ópera que acabo de escuchar y lo dulce que suena la lluvia cayendo, estoy triste, no puedo evitarlo y no puedo evitar sentirme solo y diminuto en este mundo, analizo segundo a segundo mi vida y me doy cuenta de que nadie me conoce totalmente, solo un poco, solo han sabido interpretar a su manera mi forma de vida y así como están los que han sido totalmente engañados por mi personalidad de máscaras, están los que creen que me conocen y no se han dado cuenta de quién soy en realidad por debajo, no se han dado cuenta de ese ser que nunca se ha mostrado a sí mismo, ese ser que confunde, destruye, engaña, miente, y a la vez quiere, imagina, sueña, ama, siente…

Atrapado entre ambos sentimientos y entre las dos caras de la moneda, no considero que pertenezca a ninguna, me considero muerto y enterrado y considero que cada minuto de vida que tengo es como un regalo que no pienso desaprovechar, pero que; en muchas ocasiones deseo que no me regalen, especialmente en noches como hoy.

A todos los que lean esto, quiero decirles que no estoy feliz de que lo hagan, este escrito debería quedar dentro de mi baúl de artículos que nunca se publicarán, al menos mientras siga respirando, (si claro!!) aunque por alguna razón inexplicable, en este momento estoy viéndolo publicado en algún sitio y hasta imagino que tipo de personas lo estarán leyendo, espero que mis padres no tengan la decepción de leerlo en algún momento, y también puedo ver que las personas que me encantaría que lo leyeran, se retirarán de mis letras antes de la tercera frase, eso debido quizá a que no estoy siguiendo ninguna regla gramatical, secuencia literaria o técnica, solo escribo las palabras que desde dentro gritan: LIBERTAD!!! pero no importa, con solo una persona que lea me sentiré feliz, hasta que mi mente ceda a la razón y se aflija a si misma por colocar algo tan “personal” a la vista de los demás… puede que ya me haya cansado de mantener tantas cosas ocultas, de ser lo que las otras personas quieren que sea, pero siento que ya es demasiado tarde para cambiar, he sido el mejor amigo, el novio perfecto, el buen alumno, el buen trabajador, el buen hijo, etc.… es deprimente ver que ni si quiera he disfrutado de manera plena de la promiscuidad, de la rebeldía y de la poca relación con la conciencia que debería tener una persona de mi edad, porque siempre he sido lo que los demás han querido que sea y he dejado que mi “yo” verdadero quede en un plano menos importante, siendo para mí, de mayor valor, pero solo para mí.

También he estado pensando en relatar uno de mis sueños que sé, no se volverán realidad, pero eso sobrepasaría lo agradable, más bien haría que muchos dejaran su lectura y olvidarán que en algún momento me leyeron, creo que eso es interesante pero ya me cansé de dar esa impresión, siempre; la impresión de ser el malo del paseo, el amargado y el aguafiestas y lo grito al mundo, NO SÉ BAILAR Y SÍ, SI ME INTERESA APRENDER, PERO JAMÁS LO RECONOCERÉ DE FRENTE, así que si alguna de las personas que leen esto alguna vez me invitó a bailar, deberá saber que debo tener unas diez cervezas en la cabeza para aceptar y de paso decirle; “¿me enseñas?”

Afuera, sigue lloviendo y no puedo evitar reír ante esa ironía… el hecho esta en que está lloviendo y mientras en otras regiones oran a Dios para que deje de llover y las inundaciones cesen yo le pido a las nubes que sigan descargando ese preciado líquido generando torrentes… es una gran ironía, para unos es malo y para mí, bueno… simplemente quiero que siga lloviendo.
La opera en la dulce voz de la inocencia es hermosa, algún día les diré lo que estoy viendo, si es que les interesa verlo… pero es hermosa y mientras canta, sus ojos claros denotan la profundidad del vacío.

En mi caso, mis ojos son mas oscuros y sí, también muestran un vacío, me falta algo, ¿para que miento? me faltan demasiadas cosas pero hay algunas de las cuales ya no guardo si quiera la menor esperanza de que ocurran, solo guardo sueños y más sueños que se repiten interminablemente, igual que esa canción que tanto nos gusta y que la repetimos hasta que estamos hartos, o aquella melodía que nos calma y que ponemos hasta que nos sentimos tranquilos (creo que es más lo segundo que lo primero, en mi caso) y cuando veo el espejo veo en mi mirada el deseo del aire libre, el buen tiempo me pone triste, el malo me alegra y me entristece a la vez, tengo una tormenta dentro de mi alma alimentada por decepciones, sueños rotos e inconclusos y una profunda repulsión a la sociedad, pero, ¿quién soy yo para cambiar el mundo?

Siempre me han dicho que una persona puede hacer la diferencia pero soy consciente de la realidad, para unas personas significo muchos ceros a la derecha y para otras muchos ceros a la izquierda que han sido colocados esperando que llegue otro “número” a darme valor, así es como funciona el mundo y precisamente por ello, no soy nadie para cambiarlo, y aunque sí, fuera alguien y tuviera más poder que el que tengo de momento, lo más probable es que ni siquiera lo intentaría, le temo a la muerte, no a la mía por supuesto, temo a la de las personas que estimo, le temo al olvido, no al mío, si no al de las personas que me rodean y así, siendo un cobarde ante todos menos ante mí mismo me he labrado un destino del cual nadie debería seguir pero sé que no seré el único, la suma de las circunstancias me han traído al fondo de este lago, la suma de heridas y felicidades, la mezcla correcta de emociones, ilusiones y decepciones se ha encargado de hundirme hasta el fondo del lago como la roca en la que me he convertido, que se fue hasta el fondo y que ahora vive en él como un fantasma, esperando servirle de base a otros para que no se hundan, teniendo en claro que no habrá nada que se pueda hacer por mí, por que cuando las esperanzas que tienes son de morir sin hacer demasiado daño a los demás, te das cuenta que tú dependes de otras, que necesitas de los demás para llenar los huecos que la soledad no puede llenarte y que igual que cualquier persona necesitas ser tocado, necesitas una caricia, un beso… necesitas que las yemas de los dedos de otra persona acaricien tu rostro y lo quemen bajo la piel, pero no te atreves a mencionarlo y menos a confesarlo, solo te escudas tras el reproche falso de “la soledad me encanta”, aunque no es tan falso, me encanta, pero disfruto más de la compañía de algunas personas y detesto sobremanera la compañía de otras y es pretencioso y doloroso saber que muchas de las personas que detesto con el alma me han considerado o me consideran un gran amigo, y puedo ser eso para ellas porque me comporto según los demás quieran que me comporte y no cómo quiero comportarme, simplemente es triste y es mi manera de vivir y la manera que muy seguramente, a pesar del paso del tiempo no cambiará, porque los hábitos de los que te haces libre o esclavo son los que dictan que serás mañana y yo soy esclavo de los demás y libre de mí mismo, cuando la situación debería ser otra, soy libre en mi soledad y esclavo en tu jaula, como la bailarina de juguete que tenía la abuela, encerrada para siempre en su pequeña caja saliendo a relucir solo cuando los demás desean escucharla, ignorada la mayor parte del tiempo y no siendo más que un placer para los demás… creo que ese soy yo, un poco de ti y gran parte de ti… cada persona es un encierro en cierta manera, solo que en algunas personas, el encierro se nota más que en otras y en unas el encierro es más que en otras y en mi caso… no se nota pero me consume.

Ya han pasado varias horas y he estado debatiendo cómo terminará este escrito, uno de los que me siento más orgulloso, es elocuente y falto de cordura, es libre, no tiene secuencia lógica ni literaria, pensé que estaba perdiendo mis capacidades pero simplemente comprendí que no tengo que decirle nada a nadie, tengo que decírmelo a mí mismo…

Después de mucho pensarlo he decidido crear un pequeño escrito en verso libre, aunque si me inspiro mucho será con rima y con el estilo poético que tanto odio, siempre he pensado que buscar una palabra que haga juego con el resto solo quita sentimiento y se convierte más en un juego de letras que en un juego de sentimientos, pero en ocasiones también salen, aunque dudo que hoy sea el caso…


Y me pretendo seguir engañando?
en ocasiones lo medito...
el dolor es más profundo cuando apago la luz...
pasada la media noche y no escuchar ruido alguno
mas que el de mi demacrado corazón...
soledad torcida que se aferra a mis sentidos
después de media noche...

Las rutinarias preguntas seguirán...
enciendo una vela para apaciguar la oscuridad
y me doy cuenta de que estoy más demacrado que la noche anterior...
aun así me trago todo en el fondo...
dolor, tristeza y desesperanza viven en el fondo de mi razón...
esa razón que parece pozo sin fondo...
no más! exhalan mis pulmones
después de encender un cigarro usado noche tras noche!

Ni siquiera soy capaz de terminar un cigarrillo... bah!
sentado en la cama con una vela encendida me pongo a pensar...
es mejor vivir mi agonía satisfecho...
y por mueca hago una sonrisa falsa y deteriorada...
esta es la hora donde me da sueño...
en la cama ya no podre dormir...
¿duermo en el piso o me tiro al sillón?...
total! estoy solo! no habrá quien diga algo!
trato de conseguir una posición cómoda...
intentare conciliar el sueño... y divagar en ellos...
quizá lo logre... y cuando me encuentre en mis sueños hermoso y diferente
sonará el despertador dándome unos rutinarios
y escandalosos buenos días...
cierro los ojos 5 minutos más....
las lagrimas caen...
buenos días mundo! ojala hoy te acabes...
JHHR

ESCUCHA LO QUE NO TE DIGO

"No te dejes engañar por mí”. No permitas que te engañen mis apariencias. Porque no son más que una máscara, quizá mil máscaras que temo quitarme, aunque ninguna me representa.

Doy la impresión de estar seguro, de que todo va viento en popa, tanto dentro como fuera, de que soy la confianza personificada, de que la calma es mi segunda naturaleza, de que controlo la situación y que NO TENGO NECESIDAD DE NADIE.

Pero no me creas, te lo ruego. Externamente puedo parecer tranquilo, pero lo que ves es una máscara. Por debajo, escondido, está mi verdadero yo, sumido en la confusión, el miedo y la soledad. Pero lo escondo. No quiero que nadie lo sepa. Me aterra pensar que pueda saberse.

Por eso tengo constantemente necesidad de crear una máscara que me oculte, una imagen pretenciosa que me proteja de las miradas sagaces. Pero esas miradas son precisamente mi salvación, y lo sé perfectamente, con tal de que vayan acompañadas de la aceptación y del amor.

Entonces, esas miradas, se convierten en el instrumento que puede liberarme de mi mismo, de los mecanismos de defensa y las barreras que he levantado entorno a mí, en el instrumento que puede mostrarme aquello de lo que no consigo convencerme: que realmente tengo un valor.

Pero esto no te lo digo, no tengo coraje: Me da miedo que tu mirada no venga acompañada de la aceptación y del amor. Quizá temo lo que puedas pensar, que puedas cambiar de opinión sobre mí, que te burles de mí y que tu sonrisa me fulmine.

En el fondo, lo que temo es NO valer nada, y que tú te des cuenta y me rechaces. Por eso sigo con mi juego de pretensiones desesperadas, con una apariencia externa de seguridad y con un niño tembloroso por dentro. Despliego mi desfile de máscaras y dejo que mi vida se convierta en una ficción. Te cuento todo lo que no importa nada, y nada de lo que de verdad importa, de lo que me consume por dentro. Por eso, cuando reconozcas esta rutina, no te dejes engañar por mis palabras: escucha bien lo que No te digo, lo que querría decir, lo que necesito decir, pero no consigo decir.

No me agrada esconderme, te lo aseguro, me encantaría ser espontáneo, sincero y genuino, pero tendrás que ayudarme. Por favor, tiéndeme tu mano, aún cuando parezca que eso es lo último que deseo. Tú puedes sacar a la luz mi vitalidad, cada vez que te muestras amable, atento y diligente, cada vez que tratas de comprenderme, cada vez que me aceptas tal y a pesar de lo que soy.

Porque me quieres, mi corazón palpita y renace. Quiero que sepas lo importante que eres para mí y el poder que tienes, si quieres, de sacar a la luz la persona que yo soy. Escúchame, te lo ruego.

Tú puedes derribar las barreras tras las que me refugio, tú puedes arrancar mi máscara, tú puedes liberarme de mi prisión solitaria. ¡No me ignores! ¡No pases de largo, por favor! Ten paciencia conmigo. A veces parece que, cuanto más te acercas, tanto más me rebelo contra tu presencia. Es irracional, pero es así: combato aquello de lo que tengo necesidad. ¡Así somos los humanos muchas veces!

Pero el amor, el amor que habita en ti, es más fuerte que toda resistencia, y ahí reside mi esperanza, mi verdadera esperanza. Ayúdame a derribar las barreras con tus manos firmes, pero a la vez delicadas, pues dentro de mí habita un niño y un niño es siempre muy frágil.

¿Te preguntas quién soy?
Soy alguien a quien conoces muy bien.
Soy cada persona con quien te encuentras.
Soy... “Tú mismo”.
A.D.

1.1.10

FUERON ÁNGELES




LOS DEMONIOS FUERON ÁNGELES

Mi nombre no importa, solo te diré que me conocen como el TECUAN y con eso basta, lo verdaderamente importante es lo que te voy a contar…

Antes, eran ángeles...

Así es, los demonios; alguna vez fueron ángeles, hasta que un día, simplemente se cansaron de las alas blancas y de la credulidad incondicional, se cansaron también de la obediencia absoluta sin el privilegio de dudar o el libre albedrio.

A la obediencia incondicional le pusieron espinas, para que aquel que se atreviera a aferrarse a ella, en el pinchazo abriese los ojos y se diera cuenta de que la verdad se acompaña de la duda antes de salir y el camino iluminar.

Los ángeles débiles y con miedos les llamaron demonios y los vituperaron. No sonreían siempre, ni se desvivían por ser cautivadores. Les llamaban arrogantes y los miraban de soslayo.

Ellos que fueron expulsados del paraíso, jamás extrañaron las flores de ese cielo rutinario y crepuscular. Querían conocer además de la luz; la oscuridad. Los demonios decidieron quedar libres dentro de la gran jaula llamada planeta tierra. No conspiraban, ni siquiera odiaban como crápulas, tampoco se lamentaban como víctimas. Al contrario, se regocijaron y celebraron que su lider, el primero, al encontrar la verdad, sin dudarlo; se lanzara al vacio.

Hasta que un día conocieron y convivieron con el hombre…

¿Qué cómo conozco a los demonios?

Eso es sencillo. Suelo hablar con ellos, embriagarme con ellos, e intercambiar historias e ideas con ellos, he llegado a amarlos y necesitarlos, incluso de tanta mimetización, en mis noches de viajes y transmutaciones me he tornado demonio y camino cada día de mi vida al margen del depredador de demonios y pervertidor de niños: EL HUMANO

Aun recuerdo mi primer encuentro con demonios; fue revelador, sin omitir el terror que en mi alma genero, no todas las noches uno corre la “suerte” de encontrarse con seres digamos; “diferentes”.

Había comenzado la noche en un bar como tantos otros; música desagradable y exageradamente ruidosa, paredes de colores brillantes y luz suficientemente escasa como para no molestar los ojos cargados de noche de los clientes.

Como siempre, comenzamos más de seis personas, tomando cerveza. Cambiamos de lugar buscando aire fresco u otro ambiente, el nuevo bar, casi como un reflejo del anterior nos mostraba un camarero aburrido conversando con algún cliente en la barra y las mesas llenas de gente y cigarro que enturbiaban el ambiente.

Busquemos un lugar más, el siguiente bar, más pequeño que el anterior estaba poblado de música rock y de espesas nubes de humo de cigarro. Poco a poco se habían ido marchando los cómplices de esa noche carente de un fin esclarecedor, quizá por el exceso de decidía o de alcohol en nuestras conciencias. Uno a uno se fue retirando hasta caer en la cuenta, me había quedado solo… a cargo de Pedro, que solo seguía mis pasos sin saber que destino nos deparaba, embrutecido a causa del alcohol, en mi condición de vagante diurno, habría preferido tirarlo en un taxi y que la providencia decidiera su destino…

Pero esa noche no podía pensar solo por mí, vivimos en tierra de hombres y no hay cosa peor que eso…

En aquel entonces vivía solo y detestaba llegar temprano a casa, o al menos llegar sobrio, así que convencido y con el bulto-humano que llevaba a cuestas decidí seguir cambiando de lugar hasta que mi cuerpo se compadeciera y dejara que el alcohol por un momento me liberara. Caminamos gran parte de la noche de bar en bar, cada uno era más pequeño y más ruidoso que el anterior. Finalmente, Pedro vencido por el alcohol terminó por vomitar en una acera, casi arrastrándolo entramos a un nuevo lugar; desconocido, lo recliné sobre la barra y pedí al camarero un nuevo vaso de cerveza.

Pedro dormía en la barra con la pesadez que concede el alcohol. La barra era de vidrio con vistosas fotografías que desde abajo de la pulida superficie nos miraban. En la mayoría de las fotos se podía observar al camarero, imagino, en su última vacación, se le distinguía en bermudas al lado de una piscina con las pantorrillas blanquecinas, abrazado cariñosamente de una mujer en traje de baño, gordísima por cierto y jugando a un costado; un niño con un pato de goma. Estas escenas de aire libre y de inocencia discordaban totalmente del ambiente oscuro de aquel modesto bar.

Entré al baño, un pequeño apartado que olía a mil demonios (que irónico) y que a juzgar por la apariencia, no había sido limpiado desde que lo construyeron. En un espejo sucio y roto me vi el rostro un poco desencajado y brillante o quizá rojo por la influencia del alcohol, pensé; con unos tres o cuatro vasos más y estaré listo para derrumbarme en cualquier taxi que me deje en la puerta de mi casa. La simple idea de confiar mi alcoholizada vida a un extraño me devolvió la sobriedad perdida… Enjuague fuertemente mi rostro, con agua estancada y pestilente, volví a la barra y acomodándome de espaldas comencé a observar a la concurrencia.
- La sorpresa genero un gran sobresalto!!!!.

Noté algo muy extraño en lo que no había reparado, el fondo de mi vaso se hallaba intentando encontrar una explicación a lo que mi persona y miedos creían ver y al no escuchar nada nuevo, vacié de golpe su contenido y pedí una bebida más…

Todas las mesas se encontraban ocupadas por ruidosos clientes que fumaban y creaban una espesa masa de humo que le daba al lugar una apariencia irreal.

¡¡Eran demonios!!

No en el sentido figurado de la expresión. Verdaderos demonios que tomaban cerveza y fumaban profusamente, reían con gigantescas bocas y pedían nuevos tragos al camarero.

Enmudecido por la sorpresa, inmóvil por el miedo, presa de las circunstancias, no pude hacer más que observar, pude notar diferentes clases de demonios, algunos con patas de cabra que reían fuertemente ante chistes verdes que contaban sus compañeros.

Otros eran rojos con cuernos y ojos brillantes de fuego, en el fondo se podía notar a otros demonios apartados de los demás, enormes y muy lanudos como osos, de voces graves y profundas, ojos saltones que miraban con furia a toda la clientela, a ratos se escuchaban bramidos desde sus deformes bocas. Retadores e iracundos…

También había demonios verdes con un solo ojo que tenían concentrado en su copa, que vaciaban constantemente. Y en varias mesas, dispersos por todo el lugar, demonios más pequeños, cornudos y de colores hermosos, sentados sobre altos taburetes, se hacían bromas entre ellos, se arrojaban los restos de alguna cena y reían con risas agudas y perversas.

No sé cuánto tiempo pase observando aquella escena y aquellos seres, poco a poco fui recobrando la calma, la movilidad y la conciencia que se había ido lejos, buscando una razón para tal realidad. Cuando tuve fuerza suficiente, me di la vuelta para observar al camarero intentando pedir alguna explicación. Este me miró y se dio cuenta de mi descubrimiento y exaltada sorpresa. Esbozo una sonrisa de complicidad y a la vez amarga, después adoptó una expresión de resignación, mientras me servía un nuevo vaso de cerveza y me dijo:

- Así ocurre cada noche, al principió me escandalizaba un poco, pero como resultan ser buenos clientes, los dejo estar –
- Pero qué son – pregunté intentado aclarar mi mente que no llegaba a comprender
- Demonios, como usted debe haber imaginado-. Me dijo

En ese momento uno de los demonios enormes interrumpió nuestra charla, levantó por los cuernos a uno de los demonios rojos, mientras sus compañeros se ponían en posición de ataque.

- Discúlpeme - me dijo - tengo que evitar que me destrocen el bar.

Con una tranquilidad inmutable y asombrosa tomo al demonio más grande por el cuello y lo obligó a soltar al pequeño.

Mientras intentaba acallar a los pequeños demonios rojos, ojos de odio se posaban en él, a la vez que el camarero defendía sus posesiones con tranquilidad, casi indiferencia.

Se acercó a la barra, sirvió varios vasos de whiskey y los repartió entre los que habían estado por pelear. Esto tranquilizó un poco las cosas y pudo volver a la barra.

- Eso ocurre varias veces cada noche, al parecer no se llevan muy bien –
 
Una vez más nuestra charla se vio interrumpida al abrirse la puerta de aquel bar y entró un “hombre” petiso, regordete, con una muleta. Cojeando se acercó a la barra donde el camarero le alcanzó una botella de whiskey y un vaso.

- Parece ser uno de los jefes, llega tarde cada noche y se toma una botella de whisky él sólo- Me dijo el camarero mientras veía a este nuevo demonio cojear entre las sillas con la muleta en una mano y la botella y vaso en la otra.

Apenas se acercó a la mesa de los demonios patas de cabra, y estos lo recibieron con palmadas en el hombro, grandes muestras de bienvenida. Se sentó en su mesa después de saludar a los demonios de otras mesas y empezó a beber pausadamente.

Me di la vuelta, en ese momento ya no tenía ninguna intención de volver a mi casa o moverme de aquel lugar, me quedé con el vaso de cerveza en la mano, acomodé un poco mejor a Pedro sobre la barra y continué conversando con el camarero, me contó cómo había comenzado todo:

- Antes era un bar con muy poca clientela, sólo algunos clientes fijos, pero las noches de semana estaba totalmente vacío - había empezando a pensar en cerrar el lugar y dedicarse a otras cosa, algo que no lo obligara a estar despierto todas las noches.

- Pero un día empezaron a llegar demonios, primero era uno o dos que asustaron a los anteriores clientes humanos, parece que les gustó el local, en menos de una semana se empezó a llenar todos los días.- Una vez me contaron que su anterior bar se había cerrado y necesitaban un lugar nuevo. Cada noche cuando el sol empieza a salir pagan “religiosamente” sus cuentas, no tengo ni siquiera que controlarles cuanto consumen.

Continuamos conversando, si se le puede llamar de un modo, ya que yo, estupefacto, solo podía escuchar atento lo que aquel camarero me contaba, y es que, qué otra cosa podía yo contar, si jamás había visto algo parecido.

Alternadamente echaba una ojeada a la clientela, salvo sus extrañas figuras, no tenían más que la apariencia de borrachos de bar, de esos que empiezan a tomar pasadas las doce y vuelven a su casa con el sol.

El camarero mantenía un rostro tranquilo y relajado, además de aquella sonrisa amarga que le aparecía en el rostro de rato en rato, realmente disfrutaba su trabajo.

A cierta hora de la madrugada y sin recordar lo que estábamos conversando, entró un nuevo personaje. Este tenía una apariencia aun más extraña. Su figura era sumamente normal, lo que en ese lugar se podía considerar realmente extraño.

Se sentó en la barra, a mi lado, saludó amablemente al camarero que sacó una botella de líquido cristalino, lo puso en un vaso alcanzándoselo. El nuevo visitante tomó un vaso y se quedó viendo el fondo con gran parsimonia.

Toda la ropa de este nuevo personaje era de un tono gris indeterminado, pantalón y camisa bien limpios. Sobre estas ropas con anchas hombreras tenía una gabardina negra que colgaba hasta el suelo cubriendo el taburete donde se había sentado. Rostro claro y un mechón de cabello oscuro y rizado le salía debajo de un sombrero ajado e igualmente gris.

Al principio no pude ver sus ojos aunque noté que eran negros, los más negros que había visto nunca y con una luz extraña que al principio me atemorizó imaginándolo un nuevo y poderoso demonio.

A un comienzo, el extraño se mantuvo en silencio, yo seguí el ejemplo, el camarero sacó un libro desgastado y se puso a leerlo, mientras que la música y la bulla se mantenían como un murmullo de fondo. A medida que los minutos pasaban, me empecé a intranquilizar con el silencio rotundo de mi vecino. En un lugar donde todo era bulla y risas, nosotros cuatro, Pedro (que seguía durmiendo), el camarero, el extraño y yo, conformábamos un extraño y silencioso grupo.

- ¿Qué bebe? - pregunté para romper el silencio.
- Agua - me respondió tajantemente y quedó, si a caso se puede, más callado que antes
- ¿Agua? - repetí estúpidamente la palabra en forma de diplomática retórica.

La botella que tan celosamente había sacado el camarero resultaba ser agua. Insólito en un bar donde todos consumen bebidas alcohólicas, a esta altura de la noche, incluso era más insólito que la presencia de los demonios que estaban a nuestras espaldas.

- Es que estoy en servicio - respondió.

El interrogante en mi rostro sirvió mejor que cualquier pregunta. Inclinó el rostro señalando con los ojos el borde de la silla. Me incliné un poco hacia atrás y noté el borde de unas alas de un blanco resplandeciente saliendo debajo de su gabardina negra.

Ya sin capacidad de sorpresa pregunté casi cómplice y en voz baja;

- ¿Un ángel? -
- ARCÁNGEL!!!! - me respondió casi ofendido
- Miguel para servirte - me dijo extendiéndome una mano.
- Y qué hace... – pregunte intrigado, a la vez, el interrumpió mi pregunta dirigiéndose al camarero;
- ¿el reservado de atrás está ocupado? -
- No señor – respondió el camarero, obedientemente
- Dame un vaso más de esto y otro de lo que él bebe, cualquier cosa me llamas. – Concluyo, haciéndome una señal para seguirlo, en silencio recorrimos el bar y entramos por una angosta puerta que daba a un reservado que olía a moho y humedad. Nos sentamos con nuestras copas a la mesa y esperé pacientemente a que Miguel retomase la conversación.

- Te ofrezco disculpas por lo anterior, es un poco peligroso hablar de estas cosas en público -
- No te preocupes, entiendo – sínicamente dije como si de verdad, entendiera…
- ¿Cuál era tu pregunta? - continuó amablemente.

A esas alturas de la noche ya no me sorprendía nada de demonios, ángeles o si la mismísima Muerte entrara por la puerta del bar. Seguramente a esa hora mi indiferencia era ayudada por los casi veinte vasos de cerveza, o más, que tenía en el cuerpo (ya había dejado de contar hacia un buen rato).

- ¿Qué haces aquí? - atiné a retomar la pregunta.
- Estoy de guardia, vigilo que los amigos de aquí no se exalten por causa del alcohol y hagan alguna barbaridad -.
- ¿De guardia? - Pregunté.

Para responderme abrió un poco su gabardina dejando ver una espada flameante que colgaba de un cinto dorado. Miguel tenía una apariencia casi altanera, se le notaba confiado y seguro, contento con su trabajo y más sabiendo que hacía algo bueno.

- ¿Y qué hacen aquí todos esos demonios? – Era momento de resolver todas mis dudas
- Lo que ves, tomándose unas copas, aprovechando la oscuridad.
- Pero digo, qué hacen aquí en la tierra, no tendrían que estar... allá abajo - dije las últimas palabras en voz baja y señalando un punto en el suelo (como si eso diera por entendido lo que realmente quería decir).
- A claro, todo el día están allá abajo, pero cada noche salen a la superficie -
- Y porqué salen, no hay alguien que no se los permita, digo ¡¡Él!! – esta vez hice un ademan señalando algún punto hacia arriba (solo estaba el techo podrido, como si eso ejemplificara lo que realmente quería decir).

Le surgió del rostro una sonrisa diáfana, tranquila y cómplice, como de haber descubierto mí juego.

- Él, no les tiene prohibido salir, pero nos tienen tanto miedo (bueno, tienen miedo de Él), que durante el día no se animan a salir.-
- ¿Y durante la noche? -
- Bueno, cada noche Él muere, entonces ya nadie le tiene miedo...

En ese momento el camarero abrió la puerta del reservado;

- Miguel, perdona la interrupción… pero otra vez.

Miguel suspiró profundamente, abrió su gabardina dejando ver el mango de la espada y salió detrás del camarero. Esperé unos segundos, no pude aguantar la curiosidad y salí detrás de él.

Un gran número de demonios se asomaban a la calle por la puerta y las ventanas del lugar. Aguantando la respiración debido el exceso olor a azufre, me acerqué hasta una ventana y sobre los demonios más pequeños que se subían unos sobre otros para alcanzar el borde, logré ver lo que pasaba afuera.

Aquellos demonios lanudos (cuatro en total) de mirada violenta, aburridos salieron a la calle haciendo destrozos, por lo que Miguel salió a enfrentarlos.

Tranquilo, sin desenvainar la espada, y habiéndose quitado el sombrerero, se notaban bajo la gabardina que bailaba al viento, sus alas inmaculadas. Miguel parecía ahora mucho más alto y orgulloso, enfrentando a los demonios se movía con soltura con un juego de pies, casi como los de un boxeador. El cantinero miraba todo de lejos, con el rostro un tanto apesadumbrado. Se frotaba las manos con un trapo y pedía a toda su clientela que volviera a sentarse, no había nada que ver en la calle.

De pronto, uno de los demonios mas grandes se abalanzó furioso contra Miguel, todo el público lanzó alegóricos rugidos de aprobación, en un hábil movimiento Miguel se hizo a un lado dejándolo caer pesadamente sobre el Cemento. El público aulló en reproche. En seguida los otros dos demonios se lanzaron al Arcángel con las garras en alto, Miguel esquivo a uno y golpeó al otro con la palma de la mano. Lo tomó de un brazo y utilizó como escudo contra el cuarto demonio que se le dejaba ir encima.

Del rostro de Miguel se desprendía una sonrisa y mientras peleaban una gota de sudor empezaba a bajar por su rostro. El demonio que se encontraba en el suelo se levantó tomando a Miguel por la espalda, momento que aprovecharon para saltarle encima y golpearlo.

Gallardo, Miguel los dejó golpear un poco sin mostrar preocupación, extendiendo en seguida las alas bajo la gabardina que elevaron del suelo al demonio en su espalda dejándolo caer de golpe nuevamente.

El Arcángel, ya aburrido, mientras los tres demonios en pie lo rodeaban, desenvaino poco a poco su espada dejándola brillar a los ojos de los agotados monstruos. Antes de desenfundarla por completo, los demonios dieron la vuelta y entraron lentamente al bar. El público aullaba furioso por el fin de la pelea -No mentiré al respecto -, me sentía a gusto de ver triunfar al bien sobre el mal… aunque ahora que lo medito un poco, realmente que hay de maldad en estos monstruosos seres, que solo se embriagaban con alcohol provocando que uno que otro liberaba sus némesis influenciado por el delicioso liquido.

Regresé a la barra percatándome de aquel viejo de la muleta, se hallaba sentado, sin moverse y sin prestar atención a lo que afuera ocurría. Tomaba un vaso de whiskey detrás de otro, muy concentrado en la botella, parecía perdido en algún lugar del pasado, o del futuro. Una sonrisa amarga se le dibujaba a momentos en el rostro para perderse nuevamente en sus cavilaciones, en batallas emprendidas y batallas perdidas.

Mientras los demonios regresaban a sus tertulias el cantinero miró su reloj y sin dudarlo comenzó a cerrar cajones, limpiar la barra y bajar el sonido de la música. Miré mi reloj, eran casi las seis de la mañana. Muchos de los demonios terminaron de vaciar sus copas, se acercaron a la barra y en orden ponían su dinero sobre la barra. Incluso insistieron en pagar los vasos de whiskey que el cantinero había utilizado para tranquilizarlos, hasta ese momento no había vuelto a ver a Miguel, saqué dinero de mi bolsillo para pagar lo consumido, solo encontré un billete grande y le pedí que cobrara lo del agua también.

Tome el vaso de Miguel para comprobar lo dicho, efectivamente se trataba de cristalina, inodora, insípida pero vital agua.

Con el primer resplandor del amanecer, el cajero apagó las luces, los demonios que quedaban en el bar salieron apresurados, el bar quedó desierto. El cantinero entró a un pequeño cuarto trasero para cambiarse y yo intenté despertar a Pedro del sueño de los justos sobre la barra. Regreso Miguel, se le notaba cansado y ojeroso, intentó sacar dinero para pagar su agua, le dije que ya estaba pagado. Sin mencionar palabra se disponía a retirarse y lo detuve con una última pregunta.

- ¿Cada noche muere? -
- Por así decirlo, el necesita resucitar cada vez después de haber bajado a la tierra -
- ¿Baja a la tierra? -
- Claro, para abrir su bar –

Las palabras mencionadas, me dejaron un momento en silencio y sin aliento, sin saber qué pensar. Solo atine a preguntar;

- … pero, y las bermudas y la gorda... quiero decir, la señora; y el niño con el pato.

Miguel sonrió una vez más con una de esas sonrisas que te descubre y a la vez le ilumina el rostro.

- Hasta Él necesita vacaciones. – Dirigiéndose a la puerta del bar y antes de salir gritó.
- Hasta la noche Jesús -
- Hasta esta noche Miguel - sonó su voz desde el cuarto trasero.

En ese instante, Pedro despertó, - tengo la boca pastosa- dijo.
Lo ayudé a reincorporarse y nos dirigimos a la puerta.

- Hasta luego Don Jesús -
- Solo llámeme Jesús… a secas. - me respondió desde la puerta trasera
- Gracias Jesús -
- Hasta luego –

En el taxi de vuelta a casa, con las luces del alba entrando por las ventilas y los primeros movimientos de la ciudad, no cabía en mis pensamientos y meditaciones… Pedro, un poco más despierto, me contó que toda la noche había tenido un sueño raro, se veía bailando en medio de una fiesta de demonios o monstruos, no sabía explicarse - Estoy agotado - dijo…

¿¿Te parece un sueño loco, lo que te acabo de contar??

Déjame aclararte que estas palabras son realidad, entre micro fascismos, descubiertos de vez en cuando y a la vaguedad de las calles con smog y guerras donde hombres matan a otros hombres, y mastican chicles soñando violentamente entre siliconas y pastillas; entre sus crímenes y rutas cruzadas, donde el hedor y la hermosura se mezclan, bailo frenéticamente porque soy demonio, y celebro la existencia de las máquinas y la naturaleza, la espumosa belleza de los océanos, la risa de los chicos que se elevan por las rotondas verdes, la transfiguración de los bebés cuando se mueven como pequeños demonios, la copulación febril de los amantes y la frontera imaginaria del amor mojado.

El mundo tan absurdo y finito gira infernalmente. Los demonios no necesitan alas ni nada extraordinario que no sean las canciones que salen de las rockolas brillantes de los bares de “JESÚS”. Alguien canta como poseso y el rayo verde pasa.

Infierno que giras y giras (planeta tierra), los demonios nunca te invocan ni te cantan. Deambulan ebrios, extraviados que raspan sus cicatrices y sangran. Los demonios también sangran y mueren. Los demonios que se van después de haber volado y volado, sin alas.

Recuérdalo: alguna vez fueron ángeles. Alguna vez obedecieron como mansos sirvientes. Ahora no, son demonios y vuelan. Hasta el fin, como niños con juguetes y sabiduría. Atemporales, no son jóvenes ni viejos. Sólo son demonios…
 Siempre demonios…

TECUAN